
Raquel Sanfinz: "Cuando tengo un hueco libre intento unir familias de aquí con familias de allí"

Raquel con una niña de las familias ucranianas acogidas - RAQUEL SANFINZ
SILVIA RINCÓN Y AARÓN SANTANA
7 ABR 2022
El estallido del conflicto entre Ucrania y Rusia marcó un antes y un después en este 2022. Para los ucranianos, de la noche a la mañana sus vidas cambiaron para siempre. En el resto del mundo, millones de personas siguen esta tragedia humanitaria muy de cerca y se vuelcan en solidaridad con los nuevos refugiados. Entre ellas, Raquel Sanfiz, la profesora del Colegio Nuestra Señora de Rihondo de Alcorcón que se embarcó en un viaje de 3.096 kilómetros para ayudar a centenares de personas.
Así, el 1 de marzo, en su vuelta a casa tras su jornada laboral, Raquel iba escuchando la Cadena Cope como cada día. En el quinto día de la invasión, los medios de comunicación tenían enviados especiales en la frontera Polaca para explicar de primera mano todo lo que allí se estaba viviendo. Así, el periodista Fernando Haro entrevistaba a una chica de 20 años que acaba de huir de su país, después de cuatro días de camino. La joven no paraba de repetir que “solo quería dormir”. Su voz resquebrajó el alma de Raquel, quien se emocionó con el testimonio. Más allá de las ayudas comunes que cumplen las donaciones de: ropa, alimentos, dinero y medicamentos, la profesora sentía que no estaba haciendo suficiente. Por los millones de refugiados que sufren las consecuencias del conflicto, por esa joven y por ella misma.
Una vez llegó a casa, le comentó esta inquietud a su marido, Jorge, que no dudó en apoyar su pensamiento y tener claro: que debían ayudar con todo lo que pudieran. Con apenas una semana para organizarlo, Raquel, Jorge y otras siete personas pusieron rumbo al este de Europa en cuatro furgonetas. Todas ellas, cargadas de solidaridad con: ropa, comida y medicinas de amigos, familiares y decenas de personas que apoyaron su labor a través de las redes sociales.
Emprendieron así un viaje que tardaría más de lo pensado, lo que en un principio era un viaje sin parar de 30 horas, se acabó convirtiendo en un día medio de viaje hasta llegar a Praga, allí tomaron un merecido descanso y continuaron rumbo a Polonia. Al día siguiente, bien desayunados, llegaron a su destino: la frontera.
PREGUNTA. ¿Cómo fueron los primeros momentos en la frontera?
RESPUESTA. En primer lugar, fuimos a un sitio que se llama Nisko, nos costó mucho llegar, ya empezaba a nevar, hacía mucho frío y llegamos para descargar las furgonetas, que las llevábamos hasta arriba. Fuimos a un albergue, un antiguo banco que el propietario había reacondicionado para albergar a gente, y allí descargamos. Debíamos estar como a dos bajo cero, pero fíjate la emoción que llevábamos que allí estábamos descargando todos en camisa.
Cuando entramos y vimos a niños corriendo, comiendo en mitad del pasillo, todo lo que tienen ahí montado, eso ya fue una “llorera espectacular”, porque se te parte el alma de ver cómo están. Descargamos todo, fue increíble porque según íbamos llevando cajas, ellos iban organizando todo súper bien.
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A pesar de todo, y de saber que no les falta nada, porque la ayuda de la gente es espectacular, pero claro no están en una casa. Las puertas de lo que antes eran oficinas, ahora tenían un cartel informando cuánta gente había y cuántas plazas quedaban disponibles. Entendimos que era eso, porque claro, está escrito en ucraniano.

Grupo Somos Ucrania - RAQUEL SANFINZ
P. ¿Cómo es la realidad en Przemysl?
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R. En Przemysl está el sitio que sale en las noticias siempre, ese antiguo gran centro comercial que ahora es un albergue de refugiados. Ahí teníamos un contacto, en Cracovia teníamos otros contactos, todos gracias a las redes sociales, y, afortunadamente, todo nos salió fenomenal.
En el centro comercial te das cuenta de lo que están viviendo, están en “camastrones” pegados unos a otros, su vida está en un “camastrón” donde tienen mantas, el móvil y poco más. Ahí vimos cómo realmente están y cómo llegan, con bolsas de plástico o con una pequeña maleta, siguiendo un cartel. Es verdad que allí no faltaba de nada, estaba la organización del chef José Andrés, que era la única grande que había, el resto éramos todos particulares.
P. ¿Cómo fue la vuelta a España?
R. De los cuatros que íbamos en cada furgoneta, dos nos teníamos que volver por nuestra cuenta, porque así dejábamos dos espacios más por vehículo para poder llevar gente a España. Pasamos la noche en casa de Miquel Planells, un español que está casado con una polaca y vive en Cracovia. Nos cedió la casa, nos llevó pizzas para cenar. La casa estaba llena, nosotros, los ucranianos, él y su familia. Al día siguiente partimos de vuelta a España.
Una nueva vida
Llegó el momento de emprender el camino de vuelta. Raquel llegó a España en avión el sábado, y su marido, el lunes en furgoneta con las familias, poniendo así fin a este viaje humanitario del matrimonio. Raquel esperaba en casa a las familias que llegaban a España huyendo de la guerra, allí se reunirían con las familias encargadas de acogerles, “les dimos una bienvenida, leímos una carta que una compañera había traducido al ucraniano, presentamos a las familias y empezó el reparto”.
P. ¿Cuáles son los siguientes pasos de los refugiados?
R. Nosotros hemos acogido a una familia: la abuela, Nina, la madre, Annia, y sus dos hijos, Kyrylos y Rinat, de 13 y 11 años respectivamente. Los niños ya han empezado el colegio, la madre con las clases de español en un curso intensivo que ofrece el ayuntamiento, y también da clases online para poder buscar trabajo en cuanto aprenda español. Son personas que lo han perdido todo. En Ucrania tenían una empresa de café con más de 40 trabajadores y de la noche a la mañana se quedaron sin nada. El padre se tuvo que quedar en Ucrania, pero seguimos en contacto con él y nos manda fotos y videos todos los días.
Sin embargo, gracias a personas como Raquel y sus amigos decenas de familias tienen una oportunidad de recuperarse. Así nació Somos Ucrania, el grupo de personas que Raquel y su marido iniciaron para costear esta increíble hazaña y que, a día de hoy, recibe apoyo de diferentes partes del mundo.
P. Habéis creado una plataforma en redes sociales, Somos Ucrania, para mostrar al mundo el día a día de vuestro viaje a la frontera con Ucrania, ¿cómo surgió?
R. Teníamos un viaje con amigos, y en el trayecto íbamos pensando cómo haríamos para poder llegar hasta la frontera, moviendo las redes sociales para conseguir contactos. En un principio pensábamos ir en nuestro coche, porque tiene siete plazas y podíamos traer a cinco personas. Luego pensamos que era poca gente para un viaje tan largo, pedimos ayuda a unos amigos y alquilamos una furgoneta.
Abrimos un grupito de WhatsApp, y al poco el segundo, porque el máximo de participantes en un grupo son 256. Contamos lo que teníamos pensado hacer y empezamos a recibir ayuda, no solamente ayuda económica, ropa, comida, etc. Juntamos a doce “locos”, alquilamos cuatro furgonetas, y a Polonia que no fuimos. Como íbamos cuatro conductores por furgoneta, hablando en el trayecto, pensamos “oye pues tenemos que ponerle un nombre a esto que estamos haciendo”, y así surgió Somos Ucrania.
La ayuda de Raquel no acaba aquí, la cuenta de instagram está más activa que nunca. Con 900 seguidores interesados en ayudar, el grupo no para de trabajar, coordinando la llegada de más familias ucranianas a las que dar asilo. La semana pasada llegaron a España otras 108 personas que ya cuentan con una familia de acogida que les ayude a adaptarse a esta nueva vida. Sin duda, esta ha sido una experiencia que ha dejado huella en la profesora de Alcorcón y sus amigos.
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P. ¿Cómo le ha afectado de manera personal?
R. Muy feliz, y por otro lado muy triste, porque es una injusticia enorme lo que está pasando. Vienes muy triste y muy tocada, desde que he llegado no puedo ver las noticias del telediario. Y rechazo planes, como un WhatsApp de un amigo que te dice de preparar algo o lo que sea, pero es que mi cabeza ahora no está en eso. Con esto no

Víctor, el bebé ucraniano con su familia de acogida - RAQUEL SANFINZ
quiero decir que no me vaya a divertir, que por supuesto que sí, pero cuando tengo un hueco libre me pongo a buscar y a intentar unir familias aquí con familias de allí.